viernes, 13 de junio de 2008

UNA DECISIÓN DE VOZ

El otro día fue otra vez uno de estos días de baja motivación y estima, sabiendo que algún día llegaría ese D-Day, ese día de las grandes decisiones sobre cual rumbo debería tomar mi vida. Tomar decisiones nunca se me fue bien, de facto he preferido mantener una postura de "laissez-faire" y considero que esta actitud a mi estado de madurez ya no conviene. Pero ¿por qué me cuesta tanto tomar decisiones? ¿Qué es lo que me impide? 

Es aquí cuando me recuerdo de un fragmento de Milan Kundera en el que nos comenta la dificultad del ser humano, de poder tener una segunda opción, una segunda vía, ya que todo lo vivimos a la primera, sin ensayo ninguno. Bueno, aquí lo que él denomina "Der Schwer gefasste Entschluss", una decisión de peso va unida a la voz del Destino ("es muss sein", "tiene que ser"); el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso vale. Estas decisiones de mucho peso, que marcarán para siempre nuestro camino, ¿son difíciles? ¿duras? En principio no, pero sí lo son, si la compasión se interfiere. Según Kundera la propia palabra compasión significa que no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro; o: participamos de los sentimientos de aquel se sufre. En otra palabra, en la española "piedad", que tiene aproximadamente el mismo significado, se nota incluso cierta indulgencia hacia aquel que sufre. "Tener piedad por una mujer" significa que nuestra situación es mejor que la de la mujer, que nos inclinamos hacia ella, que nos rebajamos. Este es el motivo por el cual la palabra "compasión" o "piedad" produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor. Querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad

Si ampliamos un poco más el significado de su palabra y la iluminamos con otra luz nos demuestra que tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor. Esta compasión significa también la máxima capacidad de imaginación sensible, el arte de la telepatía sensible; es en la jerarquía de los sentimientos el sentimiento más elevado.

Por eso no hay nada más pesado que la compasión. Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, par alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos. ¡Cuánta razón! ¡Cuántas veces estuve pensando en cómo decir las cosas, cómo dejar de pensar en algo o en alguien, la razón por la que me afectan tantas cosas, la razón por mi actitud de "laissez-faire"! Y, leyendo este fragemento, en realidad, lo que quería era librarme de mi compasión, de esa enfermedad que antes no conocía y con cuyo bacilo me contagió! Aún más duro, si no sabemos cuanto tiempo nos puede torturar: ¿Toda la vida? ¿O todo un año? ¿O un mes? ¿O solo una semana? ¿Como podremos saberlo? ¿Como podremos comprobarlo?

Cualquier colegial puede hacer experimentos durante la clase de física y comprobar si determinada hipótesis científica es cierta. Pero el hombre, dado que vive sólo una vida, nunca tiene la posibilidad de comprobar una hipótesis mediante un experimento y por eso nunca llega a averiguar si debía haber prestado oído a su sentimiento o no.

Leyendo estos fragmentos no puedo evitar el entristecimiento pero a la vez me ayudan a aclarar y estar cómoda con mi propia cosmovisión. También me doy cuenta de cuánta razón tenía Jean Paul Sartre con sus ideas del existencialismo: sí, estamos condenados a la libertad, sí, estamos condenados a tomar decisiones de peso, pero sobre todo porque el gran peso es nuestra compasión. Quien me haya dicho que la vida es fácil, en realidad no sé si ha vivido aún.

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